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ISSN: 2953-6790
Vol. 2 - Núm. 4 / Octubre Diciembre 2022
Montaigne y el Individualismo en el Capitalismo
Naciente
Montaigne and Individualism in Rising Capitalism
Bonilla Bonilla, Manuel Alejandro
1
1
Ecuador, La Concordia, Universidad Técnica Luis Vargas Torres de Esmeraldas
DOI / URL: https://doi.org/10.55813/gaea/jessr/v2/n4/22
Resumen: Este texto analiza la obra de Michel de
Montaigne y su relación con las transformaciones
ideológicas y las nuevas relaciones de
producción del siglo XVI. Los ensayos de
Montaigne son un ejemplo característico de la
autoconciencia y la independencia que la
individualidad naciente busca mantener frente a
las pretensiones de la vida comunitaria
encasillada en la jerarquía del medioevo.
Además, Montaigne rescató de la herencia
cultural de la antigüedad preocupaciones y
indagaciones sobre lo humano y en particular, las
relativas al hombre privado. En su obra,
Montaigne se interesa especialmente por la
herencia moral, y busca estudiar la vida privada
de los grandes hombres de la antigüedad para
encontrar reglas de conducta. En conclusión, se
destaca que Montaigne es un escritor crítico
incluso para su época, y que su perspectiva
distintiva sobre la vida privada de los personajes
históricos lo distingue de otros historiadores de su
tiempo.
Palabras clave: Renacimiento, Individualismo,
Ideología, Relaciones De Producción.
Research Article
Received: 14/Ago/2022
Accepted: 10/Sep/2022
Published: 31/Oct/2022
Cita: Bonilla Bonilla, M. A. (2022).
Montaigne y el Individualismo en el
Capitalismo Naciente. Journal of
Economic and Social Science Research,
2(4), 114.
https://doi.org/10.55813/gaea/jessr/v2/n4/
22
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Abstract:
This text analyzes the work of Michel de Montaigne and its relation to the ideological
transformations and the new relations of production of the sixteenth century.
Montaigne's essays are a characteristic example of the self-consciousness and
independence that nascent individuality seeks to maintain in the face of the
pretensions of communal life pigeonholed in the hierarchy of the Middle Ages. In
addition, Montaigne rescued from the cultural heritage of antiquity concerns and
inquiries about the human and, in particular, those related to the private man. In his
work, Montaigne is especially interested in the moral heritage, and seeks to study the
private life of the great men of antiquity to find rules of conduct. In conclusion, it should
be noted that Montaigne is a critical writer even for his time, and that his distinctive
perspective on the private life of historical figures distinguishes him from other
historians of his time.
Keywords: Renaissance, Individualism, Individualism, Ideology, Production
Relations.
1. Introducción
Según la afirmación de Marx: „Die Moral, Religion, Metaphysik und sonstige Ideologie
und die ihnen entsprechenden Bewußtseinsformen behalten hier mit nicht länger den
Schein der Selbständigkeit. Sie haben keine Geschichte, sie haben keine Entwicklung,
sondern die ihre materielle Produktion und ihren materiellen Verkehr entwickelnden
Menschen ändern mit dieser ihrer Wirklichkeit auch ihr Denke. También el gran
florecimiento intelectual de fines del s. XV y del XVI se explica por las condiciones
materiales y las relaciones concretas de producción. El llamado Renacimiento es un
periodo de transición hacia el capitalismo mercantil. Y es característico de las etapas
de transición de un modo de producción a otro, cuando las relaciones sociales de
producción del antiguo régimen decaen y las fuerzas productivas de la nueva sociedad
crecen y toman forma, el hecho que, a la par de las formas desvirtuadas y decadentes
de las anteriores instituciones sociales, nazcan y se presenten una variedad de
tendencias sociales que lo relativamente hallan su justificación en el orden
productivo naciente. La época que va del s. XV al XVII, cuando inicia la emergencia
de la nueva burguesía comercial y el auge de la manufactura, y el proceso económico
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de acumulación originaria, es rica en estas tendencias. En la estela que deja el viejo
orden Feudal vemos prefigurarse el materialismo entre los intelectuales toscanos y
venecianos del s.XVI, el paganismo de la corte de Medicis y del duque Sforza, el
principio de libre examen por Lutero y Calvino, una historia secularizada por
Maquiavelo y Guicciardini, etc., y a la vez tendencias completamente contrarias. Con
el orden económico capitalista todavía no fijado, y sus exigencias no explicitadas para
el grupo que iba a ser el agente de sus cambios, aparece un mayor espacio para las
tendencias políticas o morales; como manifestación de esto, vemos precisamente que
todas las escuelas del pensamiento antiguo fueron vueltas a tomar y sostenidas por
variados hombres y grupos de las naciones económicamente más avanzadas. El
renacimiento de la ciencia y las artes antiguas fue tan floreciente y tan amplio por la
indeterminación de aquel rico proceso de formación del nuevo capitalismo y de su
clase representativa; su “función social” sirvió además para el establecimiento
intelectual de la burguesía, que luego se decantó por ciertas tendencias. Por ejemplo,
por las nociones de libertad de conciencia y de religión, porque estas tendencias
tenían su base en un proceso material concreto en consolidación: „Die Ideen der
Gewissens- und Religionsfreiheit dice Marx- sprachen nur die Herrschaft der freien
Konkurrenz auf dem Gebiete des Wissens aus”. Montaigne es representante de la
riqueza de estas tendencias morales, de su indeterminación en el momento de la
acumulación originaria, y de la extraordinaria capacidad de crítica y lejanía de miras
que era posible en una sociedad que se establecía y esta clase social que se formaba.
Es además uno de los primeros y grandes representantes de la conciencia
individualista moderna.
2. Materiales y métodos
Para analizar la obra de Michel de Montaigne y su relación con las transformaciones
ideológicas y las nuevas relaciones de producción del siglo XVI, se ha utilizado un
enfoque histórico y literario. Se ha realizado una lectura detallada de los ensayos de
Montaigne, tomando en cuenta las circunstancias históricas y sociales en las que
fueron escritos. También se han considerado las obras de otros escritores y
pensadores de la época, así como estudios previos sobre el tema para contextualizar
y comparar la perspectiva de Montaigne. Se ha prestado especial atención a las ideas
y preocupaciones que Montaigne expresa en su obra, especialmente en lo que
respecta a la autoconciencia y la independencia de la individualidad, la vida privada y
las reglas de conducta. En resumen, se ha buscado destacar las características
distintivas de la obra de Montaigne y cómo estas lo distingue de otros escritores y
historiadores de su tiempo.
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3. Resultados
El panorama económico en sentido amplio- de Francia en el s. XVI es bastante
accidentado; la burguesía es la clase económica en ascenso, hay un sostenido
crecimiento del comercio interno y externo que favorece y es favorecido por el nuevo
modo de producción, una extensión de la circulación de la moneda y un aumento del
capital comercial, que en este momento va adquiriendo sus formas características;
parejo a esto una progresiva devaluación de la moneda y el consecuente aumento de
los salarios, que se manifiestan en una gran cantidad de desempleo por contrapartida;
el control gubernamental de los salarios (salarios ximos) sin atenuar la causa de
la devaluación, genera enorme conflictividad en los grupos sociales. La nobleza que
se debilita busca favorecer sus privilegios acompañada por el clero, enfrentándose a
los intereses de la monarquía que se alía progresivamente con las capas más altas
de la burguesía en ascenso. Las guerras de religión son el telón de fondo de este
enfrentamiento, que terminará con una nobleza debilitada y la sanción del ascenso de
la burguesía comercial a puestos clave de la organización social y del gobierno. En
aquella época dice Engels: „Das Königtum, sich stützend auf die Städtebürger, brach
die Macht des Feudaladels und begründete die großen, wesentlich auf Nationalität
basierten Monarchien, in denen die moderne bürgerliche Gesellschaft zur Entwicklung
kamen. Montaigne pertenece por su origen social a esta nueva burguesía, que por las
condiciones de su época justifica mejor su posición social con el título nobiliario y la
posesión de localidades feudales recordemos que el apellido de Montaigne es
Eyquem, y que él es el primero en usar únicamente el nombre de esta posesión de la
familia, y que se le había destinado a un alto puesto judicial en Burdeos como
magistrado (conseiller) del Parlamento local, como miembro de una nobleza jurídica
(noblese de robe) de nuevo cuño, en oposición a la vieja nobleza militar (noblesse
d’epée). A parte de que Montaigne se ufanaba a veces de sus virtudes nobiliarias
« elle m'a faict dice, hablando de la fortuna- naistre d'une race fameuse en
preud’homie et d'un tres-bon père », es sobre todo, un representante pico de esta
alta burguesía elevada clase burguesa según Seé-que se encuentra en formación
en aquel periodo convulso y de transformación en Francia. Y su pensamiento obedece
tanto a su posición de clase, todavía no muy clara y distintiva: Das Mittelalter, die
Demokratie der Unfreiheit dice Lukács-, gibt, gerade in der Periode seiner Auflösung
den Schriftstellern einen bunten und reichhaltigen Stoff, ein Milieu für Menschen und
Handlungen, in denen die Selbständigkeit und Selbstätigkeit der Menschen sin noch
relativ frei ausleben kann”, por lo que puede ser a la vez muy preclaro y con libertad
crítica de las tendencias sociales, de sus capacidades y de sus taras, con una agudeza
que ya no le será posible posteriormente a la burguesía. La gran movilidad social del
momento y los enfrentamientos de consolidación del orden capitalista le permiten una
visión crítica, casi escéptica, sobre la estabilidad de los asuntos sociales, aunque
como miembro de su clase social en ascenso, favorece el tipo humano -individualista,
responsable formalmente con el espacio de la sociedad civil, racionalista en la manera
de organizar las instituciones sociales y los modos de relación social, defensor del
orden y de la ley que favorecen la productividad y el comercio- que se forma
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precisamente en su época, y al que sus ensayos darán un ejemplo y un apoyo
ideológico en esta etapa.
En el conjunto de las transformaciones ideológicas que se ajustan a los cambios en
las relaciones de producción y del intercambio, la parte principal de Montaigne
corresponde a la justificación de una nueva moral, más racional, que pone el enfoque
en lo humano individual. El orden social burgués que se forja en el plano racional y
positivo en oposición al orden jerárquico teológicamente fundado del medioevo,
asienta entre sus presupuestos el individualismo, resultado de las nuevas relaciones
de intercambio y de la división social del trabajo. A juicio de Marx: „In dieser
Gesellschaft der freien Konkurrenz como era la que se formaba en el s. XVI- erscheint
der Einzelne losgelöst von den Naturbanden usw. die ihn in früheren
Geschichtsepochen zum Zubehör eines bestimmten begrenzten menschlichen
Konglomerats machen. Rotos esos pretendidos lazos naturales, los ensayos de
Montaigne son un ejemplo característico de la autoconciencia y la independencia que
la individualidad naciente busca mantener frente a las pretensiones de la vida
comunitaria encasillada en la rígida jerarquía del medioevo. En relación a esto nos
parece característica la afirmación de Villey, según la cual Montaigne rescató
precisamente de la herencia cultural de la edad antigua preocupaciones y las
indagaciones sobre lo humano, y en particular, las relativas al hombre privado.
Semejante a los pensadores del Renacimiento italiano, el rescate de la vida de la
antigüedad clásica sirve para fundamentar sus nuevas preocupaciones, desde el
método científico, a la política o a la ética. Dice Marx: „gerade in solchen Epochen
revolutionärer Krise beschwören sie ängstlich die Geister der Vergangenheit zu ihrem
Dienste herauf, entlehnen ihnen Namen, Schlachtparole, Kostüm, um in dieser
altehrwürdigen Verkleidung und mit dieser erborgten Sprache die neuen
Weltgeschichtsszene aufzuführen. A Montaigne lo que más le interesa es la herencia
moral, ve la necesidad de estudiar la vida privada de los grandes hombres de la edad
clásica, para vislumbrar con ello reglas de conducta. En esto se muestra crítico incluso
para su época, pues la noción clásica y renacentista de la dignitas historiae excluía
los detalles íntimos del documento histórico. Así, siguiendo esta orientación, rebate el
método de los historiadores antiguos y modernos que con demasiada frecuencia
seleccionan los asuntos más dignos de ser conocidos, prefiriendo él siempre los
detalles de la vida privada: « j'ayme bien autant voir Brutus chez Plutarque que chez
luy mesme. Je choisiroy plutost de avoir au vray les devis qu'il tenoit en sa tente à
quelqu'un de ses privez amis, la veille d'une bataille, que les propos qu'il tint le
lendemain à son armée; et ce qu'il faisoit en son cabinet et en sa chambre, que ce qu'il
faisoit emmy la place et au Senat ». Con esta perspectiva distintiva sobre la vida
privada Montaigne es uno de los pensadores que ayudan a consolidar esta nueva
orientación en la moral moderna.
Por esta posición moral Montaigne se adhiere al método del humanismo floreciente
en su época, más no específicamente a una de esas variadas escuelas y tendencias
intelectuales de que hemos hablado antes Los italianos del siglo XV y XVI llamaban
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studia humanitatis a las ciencias que se ocupaban de los asuntos que distinguen al
hombre, por su capacidad moral y por su capacidad de diálogo, en el terreno de las
luchas ideológicas por la aparición del capitalismo; esta orientación hacia la
Humanitas según expresión de Ciceron, consistió en una crítica del orden Feudal de
un mundo que, con su jerarquización, se había convertido en una traba para el
desarrollo del <hombre>, esto es, para las nuevas relaciones sociales en forjamiento;
y Montaigne también se ocupará de ellas, sobre todo de Ética y de Historia, pero le
caracteriza una grandeza de miras y a una fidelidad a la perspectiva individual que
pasa de revista a las posiciones antiguas y revividas para su época el platonismo, el
estoicismo, el epicureísmo, el pirronismo, incluso los peripatéticos italianos- y busca
en ellas reglas para la conducta individual. Esto es lo característico y la grandeza de
Montaigne. Sobre cada una de ellas, dice Villey, escoge « celui qui, sur chaque
matière, lui parait la mieux fondée ». Esto es, aquello que le parece lo mejor fundado
luego de una ardua consideración, racional y gica, para el espacio de su vida
individual. En el curso de sus ensayos, en donde tiene necesariamente de vista al otro
en tanto lector, es significativo como semeja detener el juicio antes de dar un parecer
definitivo; la caricatura de “Pyrrhonisme” es fácil como para Pascal - pero así también
se muestra su interés de dar un espacio al juicio propio de quien lee su obra. Sienta
así uno de los caracteres esenciales del ensayo, el evitar dar conclusiones, más bien
el presentar los diferentes posiciones cuando se busca la orientación propia y que es
puesta como ejemplo para los otros, pero nunca de manera dogmática, evitando los
juicios fáciles y cómodos para la vida práctica. Por eso las afirmaciones en el ensayo
no pueden ser fijadas con rigor, y favorecen la indagación, como dice Adorno
acertadamente, sobre el ensayo, con su tono característico: „Seine Interpretationen
sind nicht philologisch erhärtet und besonnen, sondern prinzipiell
Überinterpretationen, nach dem automatisierten Verdikt jenes wachsamen
Verstandes, der sich als Büttel an die Dummheit gegen den Geist verdingt. Esa
variedad de interpretaciones no fijadas, por cierto, más que un ejercitarse en
cuestiones epistemológicas a la manera de los de la Academia Nueva o de la Segunda
Sofistica, la posición relativista de Montaigne muestran siempre de la primacía del libre
examen moral y su intento de favorecer aquella disposición en sus lectores. El
pretendido escepticismo que está la forma libre de los ensayos de Montaigne es en
muchas ocasiones subsidiario de esta moral de libre examen. La falta de
sistematicidad de sus ensayos y de las disquisiciones morales que allí se encuentran,
resultan así claramente de esta perspectiva orientada al sujeto moral particular: « la
doute montaignien reste essentiellement un principe élaboré au niveau du sujet
particulier et reste ainsi inimaginable en tant que système commun ou philosophique ».
Además la perspectiva que Montaigne adopta, poniéndose a mismo como ejemplo
de la investigación moral, hace particularmente propicio la forma que toman sus
ensayos, donde lo que importa es describir sobre todo el itinerario de su aprendizaje
moral y de sus disquisiciones individuales: « Je ne peints pas l'estre. Je peints le
passage [...] non un passage d'aage en autre, mais de jour en jour, de minute en
minute. Il faut accommoder mon histoire à l'heure ». Un viaje que pese a su
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singularidad, en tanto que también es hombre, puede servir a otros hombres de
ejemplo.
La elección de la forma del ensayo en Montaigne es también ejemplo de su posición
de clase y la ideología imperante en ese momento histórico. Aparte de que pone de
manifiesto una visión personal y el privilegio de la propia indagación en las cuestiones
que allí se examinan, el ideal que maneja Montaigne sobre la escritura, en tanto
burgués ennoblecido, es la del aficionado, la del diletante. Siguiendo una corriente
similar a muchos pensadores de la alta burguesía y de la nobleza francesa, a
Montaigne le gustaba dar la impresión de que no estudiaba, de que pasando su vida
en reposo y apartado, hojeaba de vez en cuando sus libros « sans ordre, et sans
propos », de que no trabajaba sus escritos, sino que ponía en ellos lo que le pasaba
por la cabeza, de que la intención de sus escritos era más bien doméstica y privada.
Al margen de que estas declaraciones sean ciertas, es manifiesto el interés de
Montaigne por adherirse a esta corriente y no figurar comprometerse en un trabajo
sistemático en vista a un fin profesional, como podría hacerlo por ejemplo, un profesor
de cátedra, un poeta, o un jurisconsulto. La forma fragmentaria de los ensayos se
debe también a esta pretensión de diletantismo, dadas sus conscientes simpatías
ideológicas y de clase.
Desde esta perspectiva se puede entender mejor uno de los caracteres distintivos de
la biografía de Montaigne, su retiro de los asuntos públicos, que precisamente, le dará
el tiempo y la ocasión para producir sus ensayos. A pesar de su pretendido alejamiento
del mundo, luego de la venta del cargo de magistrado y el retiro a su torre (1570),
Montaigne llevó ciertamente una activa vida intelectual, y también práctica, viajando
por Suiza, Alemania e Italia (1580-1581), y más importante n, desempeñando dos
mandatos como alcalde de Burdeos (1581-1585). En 1583 participó en las
negociaciones entre el rey Enrique III y el jefe protestante Enrique de Navarra -luego
Enrique IV-. Como se ha señalado también el retiro de Montaigne de la vida pública
es un tema común entre las ideas dominantes de la época en las clases altas, era más
un tópico de la época de los nobles ilustrados de la época que una opción rígidamente
concebida y mantenida. Ya vemos como nunca fue un verdadero renunciamiento a
las responsabilidades de la vida civil. En alguna ocasión dice: « Je suis de cet avis,
que la plus honnorable vacation est de servir au publiq et estre utile à beaucoup ». No
es tampoco el egoísmo, escepticismo político o simple comodidad burguesa, sino su
interés por mantener la libertad de espiritu y sus lineamientos morales, lo que le impide
aliarse decididamente a un partido, a decir de Grün: « Dans les négociations politiques
comme dans la vie privée, Montaigne tenait, par-dessus toutes choses, à rester lui-
même, à conserver sa liberté, à agir selon son sens, quoi qu’il ent arriver ». El ideal
burgués de la vida privada se junta en Montaigne, como vemos con grandes rasgos,
en esta intervención necesaria en la vida pública en grandes asuntos de su tiempo,
aunada a la defensa del propio juicio y las costumbres individualmente aceptadas. Por
sobre todo esto, el individualismo de corte moral, en Montaigne favorece la indagación
personal sobre los modos convenientes de comportarse honestamente en la vida
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práctica, -lo que, si bien tiene el acento en lo individual, incluye también el espacio de
la vida pública y la responsabilidad civil-. Montaigne manifiesta así característicamente
la revisión moral que en ese momento llevaba a cabo la burguesía de los grandes
principios éticos heredados, desplegando en ellos y con ellos la individualidad
burguesa; en aquella revisión de los principios de la vida práctica, la acción política de
Montaigne se mediatiza, pero nunca es una renuncia. Aunque ciertamente, en la etapa
inicial de formación de la clase burguesa, que pasa de estamento social a clase, y
correspondiente a un orden de formación social en el que el capitalismo mercantil se
consolida coexistiendo con el modo de producción feudal, Montaigne todavía puede
ser muy crítico y muy preclaro tanto con los caracteres de la sociedad burguesa en el
ámbito de la vida pública y la privada y de sus tendencias apenas prefiguradas, como
con el antiguo orden económico social en disolución; desde esta posición de clase en
ascenso y todavía en formación en un mundo que se transforma, se entiende que el
escepticismo de Montaigne no se hace ilusiones sobre el orden social. Tiende a ver
en la legislación su aspecto de ley positiva: « les loix se maintiennent en credit, non
par ce qu'elles sont justes, mais par ce qu'elles sont loix », y aceptarlo, así como a la
autoridad regia: dice hablando de los cambios de estado social « Ayme l'estat tel que
tu le vois estre: s'il est royal, ayme la royauté; S'il est de peu, ou bien communauté,
Ayme l'aussi, car Dieu t'y a faict naistre » lo que en la práctica significa apoyar de facto
a la monarquia francesa en el transfondo de las guerras civiles. Pero ciertamente
nunca es apologético de una o de otra, como dice acertadamente Burke, no quería
que la gente se hiciera ilusiones: “Unlike La Boetie, Montaigne was no enemy of the
institution of Monarchy, but like him he seems to have felt the need to strip away
illusions from it, to show that the emperor has no clothes”. Hablando de esta capacidad
crítica de la burguesía expresada en la literatura dice Lukács: „Diese Selbstbejahung
der Bourgeoisie ist aber sehr selbstkritisch: alle Schrecknisse, alle Fürchterlichkeiten
der ursprünglichen Akkumulation in England, die ganze Sittenverderbnis und
Willkürherrschaft des Absolutismus in Frankreich werden schonungslos aufgerollt und
realistisch gestaltet. En esa perspectiva parece justificarse ese sereno escepticismo
„genährte heitre Freigeisterei“, según expresión de Engels, para calificar a los
hombres de aquel tiempo - que se manifiesta en Montaigne sobre sobre los fenómenos
sociales de su época. Así vemos que el pensamiento de Montaigne se encuentra en
ese preciso momento histórico en que puede hacer crítica social, pero apoyar las
condiciones de facto de la ley y el orden identificado con la monarquía-, porque
precisamente esta ley y este orden se están formando y representan a su vez un
progreso en la historia del desarrollo humano y social.
Los ensayos de Montaigne son característicos en la defensa del espacio individual de
juicio y de decisión, si bien no rechazan las formas establecidas y lo que en
jurisprudencia se llama el derecho consuetudinario, porque su intención es a la vez
que manifestar la individualidad que se afirma frente a la sociedad, aun rica en
capacidades y sin las taras de la división madura del trabajo y de las posiciones firmes
de clase, promover también el orden y el derecho. En una afirmación muy cortante
dice: « La societé publique n'a que faire de nos pensées », extendiendo el dominio de
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aquellos pensamientos especialmente al ámbito de los modos de comportamiento
privado, al examen moral individual; los ensayos de Montaigne son uno de los
ejemplos más elevados del principio de libre examen que nace entre los hombres de
la burguesía frente a los cánones ideológicos del medioevo; y de que forma el principio
de libre examen y el nuevo espacio de la propiedad privada se juntan lo manifiesta el
siguiente pasaje: « Nous autres principalement, qui vivons une vie privée qui n'est en
montre qu'à nous, devons avoir estably un patron au dedans, auquel toucher nos
actions [..]. J'ay mes loix et ma court pour juger de moy, et m'y adresse plus qu'ailleurs.
Je restrains bien selon autruy mes actions, mais je ne les estends que selon moy ».
a introducción debe situar brevemente el estudio en un contexto amplio y resaltar por
qué es importante. Se debe revisar cuidadosamente el estado actual del campo de
investigación y se deben citar las publicaciones clave. Debe definir el propósito del
trabajo y su significado. El estado actual del campo de la investigación debe revisarse
cuidadosamente y deben citarse las publicaciones clave (describa las palabras claves
de su investigación desde un macro a un micro análisis). Por favor, destaque las
hipótesis o mencione brevemente el objetivo principal del trabajo. La posesión privada
sancionada por la ley, favorecida por la nueva división capitalista del trabajo,
identificada a la vez con la propia persona y sus bienes, posibilita el espacio en el cual
se ejercita el juicio privado sobre la marcha de su hacienda y de su vida.
4. Discusión
Para Montaigne, el espacio de la interioridad que se identifica con lo privado y la
posesión individual, es un elemento indispensable para la formación moral de la
persona, para el propio desarrollo de su personalidad, así dice: « Il se faut réserver
une arriereboutique toute nostre, toute franche, en laquelle nous establissons nostre
vraye liberté et principale retraicte et solitude. En cette-cy faut-il prendre nostre
ordinaire entretien de nous à nous mesmes, et si privé que nulle acointance ou
communication estrangiere y trouve place ». Horkheimer hace notar que este recurso
hacia la vida interior preconizado por Montaigne no implica un abandono del mundo
exterior, sino que presupone, al contrario, un proceso inmerso en el mundo empírico
que hace hincapié en el despliegue de la fuerza interior y de la propia personalidad
que se descubre en este momento de la historia. Recordemos que el desarrollo de la
personalidad individual dentro de la burguesía, sin las trabas de una elaborada división
del trabajo y bajo el impulso de la clase en ascenso en un mundo rico en cambios,
produce la gran floración de individualidades en el Renacimiento. A este propósito es
significativo que los ensayos de Montaigne son contemporáneos de las primeras
autobiografías que se conocen Benvenuto Cellini en 1560, Girolano Cardano en
1575- siendo los propios ensayos en mucho, escritos autobiográficos. Otros han
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podido ver la importancia de la posición escéptica de Montaigne para favorecer
precisamente la individualidad desde una perspectiva propedéutica, lo que le sitúa
como claro antecedente de aquellas teorías que colocan el fin de la educación en
favorecer el pensamiento propio y la individualidad a la manera de Rousseau o de
Kant.
En esta afirmación de la vida y las experiencias de la propia vida individual, está lo
que se ha llamado su epicureísmo. El epicureísmo de Montaigne, como han notado
sus estudiosos, se na a la corriente de este pensamiento que procedente de Italia
donde Laurent Valla la había revivido entre los círculos intelectuales- se extiende en
Francia contemporáneamente a las guerras civiles, las así llamadas guerras de
religión. Pero antes que el necesario alejamiento de las religiones positivas en disputa,
es mejor la expresión de un creciente materialismo entre las capas de la población
luego de la disolución del orden feudal y el debilitamiento de sus presupuestos
teológicos y metafísicos, a la vez que es la afirmación de los caracteres de la vida
burguesa en proceso de formación más allá de los rígidos cánones eclesiásticos y de
la casuística medieval. El epicureísmo de los campesinos y la plebe sobre todo nace
en este momento de disolución del orden feudal; la defensa de los momentos
inmediatos de la vida y los serenos esparcimientos, en oposición al ideal del asceta
medieval, es sintomático de estos cambios.
También es tópico común calificar a Montaigne de escéptico. Pero el aspecto más
importante para su pensamiento que se sigue según las variadas posiciones
escépticas de sus ensayos, es que este escepticismo manifiesta precisamente una
disposición al racionalismo naciente en su época; puesto que es, con argumentos
racionales y lógicos, enriquecidos con los dichos y los hechos de los clásicos, con los
que Montaigne manifiesta su posición frente a los hechos y fenómenos sociales, y
pone en cuestión la pretensión de tener un sistema del mundo como lo promulgaba la
escolástica. La formulación escéptica pone en claro la preferencia de Montaigne por
el juicio propio a la vez que por la argumentación racional más allá de las tradiciones
intelectuales. En los pensadores de esta época, contemporáneos como L´Hopital o
Bodin, se lleva a cabo la misma afirmación de los argumentos racionales para la
política o el derecho. No son sin embargo completos racionalistas, muchas veces
reconocen como Montaigne los límites de los planteamientos racionales y muestran
la conformidad de aquellas con las costumbres establecidas y el orden político. Lo
cierto es que como indica Horkheimer, quien sin duda tambien pensaba en Montaigne,
con ello la antigua primacía de los argumentos teológicos es puesta de lado: „Trotz
gewisser skeptischer Erklärungen, die sie abgaben, förderte ihr Werk die Abdankung
der Religion zugunsten der Vernunft als der obersten geistigen Autorität. El papel de
Montaigne en la conformacion de esta nueva sociedad, papel eminentemente moral,
se manifiesta precisamente en como coloca esos límites en base a la vida practica:
« De vray, ou la raison se mocque, ou elle ne doit viser qu'à nostre contentement, et
tout son travail tendre en somme à nous faire bien vivre, et à nostre aise ».
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Parejo a esto, es significativo de Montaigne su notable empirismo en materia de
cuestiones científicas. Declarado admirador de los escépticos antiguos entre otros
de Sexto Empírico, de quien se recuerda el intento de sistematización de los
argumentos escépticos y su interés por una ciencia experimental -, rechaza la lógica
escolástica de argumentación y de investigación corriente para su tiempo y sienta un
precedente para el método inductivo de Bacon, quien conocía su obra. El recurso a
los argumentos de los escépticos en materia de ciencia muestra a un Montaigne afín
al racionalismo emergente desde el Renacimiento, pero sobre todo es el resultado de
la primacía del libre examen individual con su base en La Reforma, pero que, como
vemos, Montaigne parece haber aplicado en todo lugar menos en los “artículos de la
fe”- lo que le muestra reacio a aceptar la forma esquematizada de la lógica escolástica
con su trasfondo en un sistema metafísico. La forma inductiva de experimentación,
tiene entre sus fuentes aquella afirmación de la capacidad de juicio individual frente a
la doctrina enseñada en las cátedras de la Schola, que sistematiza, para justificar el
viejo orden social, las investigaciones también empíricas de Aristóteles sobre todos
los campos; como siempre, Montaigne debate esta primacía desde una formulación
escéptica: « Le Dieu de la science scolastique, c’est Aristote; c’est religion de débattre
de ses ordonnances... Sa doctrine nous sert de loi magistrale, qui est á l’aventure tout
aussi fausse qu’une outre ». Y alaba precisamente a los escépticos por usar su razón
por seguir investigando la verdad. A propósito de la filosofía dice: « Son dessein est
de rechercher la verité, la science et la certitude. Les Peripateticiens, Epicuriens,
Stoiciens et autres, ont pensé l'avoir trouvée. […] Pyrrho et autres Skeptiques disent
qu'ils sont encore en cherche de la verité ». Es en su adhesión a este uso de libre
razón individual, más que la pretensión de no saber nada, lo que le hace simpatizante
de los escépticos, cuya profesión dice « est de branler, douter et enquerir », y que
como disposición de espíritu vemos continuar en la ciencia empirista en Bacon,
Descartes, o Galileo.
5. Conclusiones
La ideología religiosa de Montaigne, a pesar de la primacía del examen individual para
las cuestiones morales o intelectuales, se adhiere siempre al catolicismo en última
instancia. Esto también indica su posición de clase. En el siglo XVI, en el trasfondo de
las guerras civiles, apoyar a ultranza la doctrina católica significaba apoyar los
antiguos privilegios de la iglesia y de la alta nobleza local, y los principios argüidos por
estas para su mantenimiento, mientras que la naciente burguesía en pleno proceso
de emancipación del feudalismo de la época, apoya al rey, sobre todo luego de la
muerte del duque de Guisa y la conversión de Enrique IV, socavando los intereses
locales del clero y los nobles, esto se tradujo en distanciamiento de la ortodoxia
tradicional. Muchos burgueses y burgueses ennoblecidos como era el caso de la
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familia de Montaigne- evitaban las cuestiones teológicas del cristianismo: « ils ont cru
rester chrétiens, dice Villey, pero, ils ont avoué les dogmes du christianisme ». En los
ensayos vemos como Montaigne deja de lado las cuestiones de principio sobre el
cristianismo, y precisamente, como burgués, aunque formalmente miembro de la
nueva nobleza, lo vemos tomar partido a favor de las consecuencias benéficas del
dogma en la vida social siempre en relación con la autoridad y la eficacia de la figura
del rey. A pesar de su relativismo, como apunta Horkheimer, el pensamiento de
Montaigne representa de modo particular esta alianza entre la nueva burguesía y el
nuevo absolutismo-centralismo del monarca; y lo es precisamente por este matiz
conservador de su pensamiento que para cuestiones prácticas ya que se aleja de las
cuestiones religiosas de principio- apoya a la vez el catolicismo y la figura del monarca,
y nunca separados, esto es, a la vez frente a la vieja nobleza, al alto clero, y al
desorden de los cambios sociales que se alimentan de las disensiones religiosas.
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