studia humanitatis a las ciencias que se ocupaban de los asuntos que distinguen al
hombre, por su capacidad moral y por su capacidad de diálogo, en el terreno de las
luchas ideológicas por la aparición del capitalismo; esta orientación hacia la
Humanitas según expresión de Ciceron, consistió en una crítica del orden Feudal de
un mundo que, con su jerarquización, se había convertido en una traba para el
desarrollo del <hombre>, esto es, para las nuevas relaciones sociales en forjamiento;
y Montaigne también se ocupará de ellas, sobre todo de Ética y de Historia, pero le
caracteriza una grandeza de miras y a una fidelidad a la perspectiva individual que
pasa de revista a las posiciones antiguas y revividas para su época –el platonismo, el
estoicismo, el epicureísmo, el pirronismo, incluso los peripatéticos italianos- y busca
en ellas reglas para la conducta individual. Esto es lo característico y la grandeza de
Montaigne. Sobre cada una de ellas, dice Villey, escoge « celui qui, sur chaque
matière, lui parait la mieux fondée ». Esto es, aquello que le parece lo mejor fundado
luego de una ardua consideración, racional y lógica, para el espacio de su vida
individual. En el curso de sus ensayos, en donde tiene necesariamente de vista al otro
en tanto lector, es significativo como semeja detener el juicio antes de dar un parecer
definitivo; la caricatura de “Pyrrhonisme” es fácil –como para Pascal - pero así también
se muestra su interés de dar un espacio al juicio propio de quien lee su obra. Sienta
así uno de los caracteres esenciales del ensayo, el evitar dar conclusiones, más bien
el presentar los diferentes posiciones cuando se busca la orientación propia y que es
puesta como ejemplo para los otros, pero nunca de manera dogmática, evitando los
juicios fáciles y cómodos para la vida práctica. Por eso las afirmaciones en el ensayo
no pueden ser fijadas con rigor, y favorecen la indagación, como dice Adorno
acertadamente, sobre el ensayo, con su tono característico: „Seine Interpretationen
sind nicht philologisch erhärtet und besonnen, sondern prinzipiell
Überinterpretationen, nach dem automatisierten Verdikt jenes wachsamen
Verstandes, der sich als Büttel an die Dummheit gegen den Geist verdingt. Esa
variedad de interpretaciones no fijadas, por cierto, más que un ejercitarse en
cuestiones epistemológicas a la manera de los de la Academia Nueva o de la Segunda
Sofistica, la posición relativista de Montaigne muestran siempre de la primacía del libre
examen moral y su intento de favorecer aquella disposición en sus lectores. El
pretendido escepticismo que está la forma libre de los ensayos de Montaigne es en
muchas ocasiones subsidiario de esta moral de libre examen. La falta de
sistematicidad de sus ensayos y de las disquisiciones morales que allí se encuentran,
resultan así claramente de esta perspectiva orientada al sujeto moral particular: « la
doute montaignien reste essentiellement un principe élaboré au niveau du sujet
particulier et reste ainsi inimaginable en tant que système commun ou philosophique ».
Además la perspectiva que Montaigne adopta, poniéndose a sí mismo como ejemplo
de la investigación moral, hace particularmente propicio la forma que toman sus
ensayos, donde lo que importa es describir sobre todo el itinerario de su aprendizaje
moral y de sus disquisiciones individuales: « Je ne peints pas l'estre. Je peints le
passage [...] non un passage d'aage en autre, mais de jour en jour, de minute en
minute. Il faut accommoder mon histoire à l'heure ». Un viaje que pese a su