creación de nuevas formas puede dar al hombre la sensación del mundo, resucitar
las cosas y matar al pesimismo (1972).
Los postulados de los formalistas con su justificación teórica de las formas nuevas y
su crítica de la “automatización” de las viejas formas, situabanles en una posición
revolucionaria frente a las tradiciones artísticas y culturales, tanto e igual como a los
mismos futuristas. De hecho el formalismo pudo parecer también como una nueva
metodología científica que remplazara a la vieja crítica de fin de siglo, oponiéndose
con su estudio estructural del arte a las vagas posiciones subjetivistas e intuicionistas
de la crítica literaria (Dobrenko 2011). Naturalmente en el contexto de los años
posteriores a la revolución, el formalismo es otra corriente de crítica y análisis literario,
que comparte el campo con otros movimientos. El primer de todos ellos naturalmente,
la corriente materialista, asociada a los escritos de Plejanov, Bucharin, Trostky y Lenin
que trataban sobre temas artísticos y literarios, adherida prontamente a una forma de
crítica sociológica. Durante los años 20s, también el círculo de Bachtin, de inspiración
germánico-romántica, cercano a postulados de filósofos neokantianos y a la
fenomenología husserliana, y que combinaba postulados formalistas con una sui
generis sociología de la literatura. Por último, los críticos inspirados en la psicología y
el psicoanálisis freudiano. Aunque las relaciones entre estas corrientes no excluyeron
sino que tuvieron como parte integral el debate y la polémica –por ejemplo, los ataques
del circulo de Bachtin a los métodos formalistas son muy importantes y forman todo
un capitulo de la historia literaria- lo cierto es que la polémica impulsada por la
sociología literaria de filiación marxista fue la en verdad decisiva históricamente. Hay
que recordar sin embargo que el método sociológico de filiación marxista de los años
20s no es el mismo, y no debe ser confundido, con lo que significaron las
aproximaciones al fenómeno artístico una vez consolidado el realismo socialista. A
parte de escritores que se consideraban a si mismo herederos del marxismo como
Bujarin, Trotsky, el mismo Lenin, y los epígonos como Kogan y compañía, fue de
relevancia tan bien la figura de Pereversev, cuyo social-criticismo, mezcla de
postulados formalistas, de academicismo conservador de fines de siglo XIX y de
algunas ideas marxistas, llegó a ser influyente en los debates sobre crítica literaria de
los años 20s, hasta que una campaña dirigida por el Partido llevó la condena a su
método sociológico (Emerson 2011). No podemos dar un detallado panorama de las
particulares aproximaciones de Bujarin y Trotsky, que son las más relevantes de esta
época en el marxismo, al fenómeno literario, que rebasaría las intenciones de este
trabajo. Pero es significativo para nosotros que los principales ataques, teóricamente
fundados, vinieron precisamente de estos dos pensadores. En lo que significó la
primera ofensiva marxista a gran escala contra Opojaz, de los años 1924-25, se
inscribe la obra de Trotzky Literatura y Revolución (1924), y el artículo “El método
formal en el arte” de Bujarín (1925). Hay que decir que ni Trotsky ni Bujarin le niegan
valor al formalismo como una parcela de conocimiento, según la idea singular que
cada uno se hace de los métodos formalistas, aunque ven la necesidad de reducirlo a
sus justos límites para favorecer otras investigaciones más amplias y comprensivas.
Y es que tanto la noción de Trotsky y Bujarín acerca del formalismo ven el formalismo